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RefleCine

22.11.05

Guerra Fría

Nuestra relación era política. Como nostálgicos que éramos de los tiempos de la bipolaridad, la diplomacia de la no agresión primaba entre nosotros. La nuestra era una guerra fría. La zona de influencia era extensa, cada uno dominaba ciertos temas, y había un entendimiento tácito de que ninguno de los dos intentaría entrometerse en los espacios del otro. Nuestros aliados, las palabras y los susurros, eran leales, pero cada tanto se nos escapaba algún intento de seducción para con el otro que terminaba en un punto muy tenso, casi al borde de estallar todo por los aires.

Ella era respetable, una bomba atómica de deseos y perdones, y yo tenía lo mío. Disuadirla de que utilice su poderío era mi objetivo. Nuestro despliegue estratégico nos convertía en potencias, pero sabíamos de nuestras limitaciones y del riesgo de entrar en un conflicto bélico-amoroso. No era un buen momento para jugar a la guerra.

Así que cada uno jugó su papel con las armas que tenía a mano: espiar la vida del otro para conocer sus movimientos antes de que realice cada jugada; contenerla en su expansión sobre mi vida como ella lo hacía conmigo; persuadirla ideológica y psicológicamente, todo un trabajo fino que me llevó años; y subvertir a aquellos de mi entorno que no aceptasen mis reglas amorales. Claro, ella también lo hacía.

Un día comprendí el carácter cíclico del vínculo: un primer periodo de distensión, un enfrentamiento moderado, falto de conflictos y la utilización de un lenguaje afable y muchas risas. Una segunda etapa en la que aparecen signos de tensión en el lenguaje, en los gestos, en lo que el cuerpo expresa. Le sigue a este un periodo de conflictos localizados en temas puntualmente fisiológicos o carnales, cada uno retaceará su atención y su entrega al otro, como así también provocará celos y angustias varias. La tensión presente culminará con un conflicto caliente, una etapa en la que estamos al borde del enfrentamiento bélico-amoroso directo, un momento único en su especie, en donde los dos nos reconocemos distantes y extraños, mas también inseparables. Yo acerco mis misiles a sus costas y ella pone el grito en el cielo. Luego, todo vuelve a comenzar.

El muro se levantó pronto, era de esperarse, y el libre transito entre nosotros se vio reducido notablemente. Mi territorio sufrió las consecuencias de un reparto desigual, condicionado por mis creencias, mis actitudes, a la completa y eventual desaparición. Ella, por el contrario, estaba en su mejor momento. Llena de luces y poemas, largos discursos dirigidos a pequeñas masas y la convicción de que ganaría la guerra.

Yo entregué las armas y ella me compró con televisores, tostadoras y un jardín muy verde. Ganar debe tener un sabor dulce y melancólico, perder tiene el sabor nostálgico de que nunca más se repetiría lo que era. Nunca llegamos al enfrentamiento caliente. Nunca lo intentamos, por miedo, por cobardes quizás, pero mejor así…(CB)

2 Comments:

  • muy bueno! Por un momento parecía la historia entre Eisenhower y Kruschev...

    By Anonymous Anónimo, at 23/11/05 10:05  

  • me hace acordar mucho a dos personas...

    By Anonymous Anónimo, at 28/11/05 16:52  

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