.comment-link {margin-left:.6em;}

RefleCine

2.11.05

Incendio en mi cabeza

Aburrirse en la oficina predispone a la gente a hacer volar su creatividad. Decidimos ir a fumar un cigarrillo para pasar el rato. Bajamos un piso y nos detuvimos en las escaleras del 8vo. piso. Mientras fumábamos, con esa mirada de fumador que parece que piensa las cosas más profundas, pero no es tan así, se nos ocurrió, dejándonos llevar por el momento, la forma de incendiar el edificio donde trabajábamos. Lo pensamos cuidadosamente: en la escaleras, entre el 7mo. y 8vo. piso había un hueco recubierto por una reja que pertenece al conducto por el que circula el ascensor. Ahí dentro, por alguna razón que desconocemos, había una mesa de madera bastante destruida. Lo que proponíamos era rociar la mesa con kerosén, filtrar un fósforo encendido por la reja y salir a comer. El incendio tardaría en propagarse, por lo que nosotros estaríamos bastante lejos cuando eso ocurriese. Lo importante era asegurarse que nuestro jefe estuviera presente en el momento del siniestro, incluso, pensamos en encerrarlo para que no pudiera escapar. Luego, nos reímos de nuestra fantasía y de cómo sería imposible determinar a los culpables.

Al día siguiente, cuando volvíamos de comer, vimos de lejos como salía humo del edificio donde trabajábamos. No podíamos creer lo que estábamos viendo. La mente nos carcomía por el hecho de haberlo pensado un día antes. No había nada que temer, sólo nosotros sabíamos de aquel plan ficticio que se nos ocurrió, sin embargo, nos sentíamos culpables. Nos fuimos lentamente del lugar para dejar trabajar a los bomberos y a la policía. Al parecer había muchos heridos, y la situación no estaba todavía controlada. Mi compañero ofreció llevarme en auto hasta la parada del colectivo, eran sólo cuatro cuadras, pero acepté. Cuando llegamos a la parada, lo saludé y baje, al cerrar la puerta vi una pequeña lata de kerosén tirada en el piso justo detrás del asiento del acompañante.


Me sorprendí pero no dije nada. Sólo caminé rápidamente de nuevo hacia mi oficina, tenía que contarle a la policía lo que había visto y sabía. Cuando llegué, fui detenido inmediatamente, delatado por mi compañero, que se me había adelantado. El les contó como un día antes había planificado todo, comprado la lata de kerosén y como lo había amenazado para que guardará el secreto. Así que, ya ven, nunca confíen en un compañero de oficina. (CB, con la autoría intelectual de EG)


 
Blogs México  Bitacoras.com