El pasado de los crotos
Siempre ese sentimiento ambivalente presente. La soledad y la compañía al mismo tiempo, el sufrimiento y la felicidad, y tantos otros opuestos que luchan por la atención del ser.
(¿Para qué me pregunto esto? ¿Será que uno cuando llega cerca de los treinta se pone melancólico obsesivo? ¿O quizás siempre fui el mismo pitufo filósofo que se preguntó pitufolosoboludeces? Todo puede ser... la vida es un subibaja.)
Sofía sólo quería conocerse. La llegada a su casa de un hombre con cientos de videos, la aterró y también la sedujo. El hombre, de mediana edad, traía una valija llena de “tapes” y recuerdos de su pasado. Lo que se parece a un sueño, rara vez lo es.
(Sí, ese hombre soy yo. El mismo boludo cargando películas, VHS, DVDs, cassette y diez mil cosas inservibles y que nunca veré. Pero lo que más me cuesta es imaginarme junto a Sofía. Eso que hace seis meses que estoy acá.)
El hombre se presentó como un coleccionista de memorias, de instantes. Quería compartir con ella el pasado que ella no conoció, el pasado de los otros.
(A veces suelo ponerme pesado, pero me gusta guardar los boletos de los colectivos, no sólo los capicúas: todos. Los pongo entre las páginas de los libros. Después me compro más libros para poner los boletos que no me entran. A Sofía no le molesta pero cuando quiere leer algo se le caen cientos de boletos y me putea cuando tiene que juntarlos.)
Así, durante horas se sentaron juntos frente a la TV y vieron los recuerdos del pasado que los otros tenían de ella. Era como ver lo que los otros ven cuando uno va por la calle o sube al metro.
(Si me muestra el álbum de fotos familiar me hago el interesado y pienso en otra cosa. Pero cuando le muestro mis videos más vale que se los acuerde de memoria. No hay como esa escena en la playa con la nona donde conocí a Malena.)
Ella, jugando a las muñecas, pegándole a su hermanita, escondiendo su juguete preferido debajo de la cama, saliendo de noche sin que sus padres lo sepan cuando aun tenia 12 años, besándose la mano para practicar antes del vals, copiándose en el parcial de geografía, empezando a caminar como una señorita, besando a su vecino de toda la vida en la puerta de su casa, y tantos otros momentos olvidables.
(Que embole!!! De sólo enumerarlo me duermo... Que se acabe este martirio de una vez! Porque le gusta tanto contarme su vida?! Basta ya! Que vaya a las partes más jugosas... muertes, accidentes, operaciones, infidelidades, problemas con las drogas, algún tío gay! Nada de eso pasa en su familia... nada.)
El hombre la dejó con su pseudo pasado a cuestas y se retiró con sus visiones a visitar a otros desmemoriados caminantes de la vida. Mientras, ella se largó a pensar en como se veía, como si alguien hubiera notado su presencia en aquellas épocas, de seguro fue así, pero normalmente cuando creemos que todos nos miran o persiguen o quieren acosarnos, realmente es una ilusión de nuestra bien lustrada ego manía.
(Claro si a nadie le interesa nada. El público es idiota, mira cualquier cosa en la tevé. Compra cualquier revista y se detiene frente a una vidriera llena de artefactos electrónicos idénticos para no comprar nada. La vidriera de la vida.)
Sofía salió a caminar por las calles de su barrio pálido. Cruzó la avenida llena de peatones y se sentó en el cordón a observar. (No describo más porque es como cualquier barrio.) En el bar de enfrente ella y su amigo charlaban y reían. (A veces se reían pero la mayoría de las veces discutían sobre pequeñeces que ni a ellos les importaba discutir.) Sin dudas, el hombre no sólo le había traído recuerdos ajenos de ella, le había mostrado como conocerse un poco mejor. (Igual nunca quise que me enseñaran nada entonces trato de no ponerme en esa postura... me sale mal.)
Y que mejor que estar fuera de uno para tener una visión más objetiva de uno mismo, para saber como nos ven los demás. (Esta es de Bucay, no jodan. Es para pegar en la heladera con un imán de He-man.) Se acercó a la ventana del bar, y cuando su alter ego giró la cabeza para verse, se esfumó para siempre, como un recuerdo. (En realidad me fumé, un terrible canuto y no veía a nadie más... ni siquiera al mozo que me sacó a patadas cuando comprobó que mi billetera estaba vacía. Sofía se hacía la desentendida mientras bailaba como una empanada grasienta con una música pedorra en el medio de la avenida Córdoba). (VB & CB)
(¿Para qué me pregunto esto? ¿Será que uno cuando llega cerca de los treinta se pone melancólico obsesivo? ¿O quizás siempre fui el mismo pitufo filósofo que se preguntó pitufolosoboludeces? Todo puede ser... la vida es un subibaja.)
Sofía sólo quería conocerse. La llegada a su casa de un hombre con cientos de videos, la aterró y también la sedujo. El hombre, de mediana edad, traía una valija llena de “tapes” y recuerdos de su pasado. Lo que se parece a un sueño, rara vez lo es.
(Sí, ese hombre soy yo. El mismo boludo cargando películas, VHS, DVDs, cassette y diez mil cosas inservibles y que nunca veré. Pero lo que más me cuesta es imaginarme junto a Sofía. Eso que hace seis meses que estoy acá.)
El hombre se presentó como un coleccionista de memorias, de instantes. Quería compartir con ella el pasado que ella no conoció, el pasado de los otros.
(A veces suelo ponerme pesado, pero me gusta guardar los boletos de los colectivos, no sólo los capicúas: todos. Los pongo entre las páginas de los libros. Después me compro más libros para poner los boletos que no me entran. A Sofía no le molesta pero cuando quiere leer algo se le caen cientos de boletos y me putea cuando tiene que juntarlos.)
Así, durante horas se sentaron juntos frente a la TV y vieron los recuerdos del pasado que los otros tenían de ella. Era como ver lo que los otros ven cuando uno va por la calle o sube al metro.
(Si me muestra el álbum de fotos familiar me hago el interesado y pienso en otra cosa. Pero cuando le muestro mis videos más vale que se los acuerde de memoria. No hay como esa escena en la playa con la nona donde conocí a Malena.)
Ella, jugando a las muñecas, pegándole a su hermanita, escondiendo su juguete preferido debajo de la cama, saliendo de noche sin que sus padres lo sepan cuando aun tenia 12 años, besándose la mano para practicar antes del vals, copiándose en el parcial de geografía, empezando a caminar como una señorita, besando a su vecino de toda la vida en la puerta de su casa, y tantos otros momentos olvidables.
(Que embole!!! De sólo enumerarlo me duermo... Que se acabe este martirio de una vez! Porque le gusta tanto contarme su vida?! Basta ya! Que vaya a las partes más jugosas... muertes, accidentes, operaciones, infidelidades, problemas con las drogas, algún tío gay! Nada de eso pasa en su familia... nada.)
El hombre la dejó con su pseudo pasado a cuestas y se retiró con sus visiones a visitar a otros desmemoriados caminantes de la vida. Mientras, ella se largó a pensar en como se veía, como si alguien hubiera notado su presencia en aquellas épocas, de seguro fue así, pero normalmente cuando creemos que todos nos miran o persiguen o quieren acosarnos, realmente es una ilusión de nuestra bien lustrada ego manía.
(Claro si a nadie le interesa nada. El público es idiota, mira cualquier cosa en la tevé. Compra cualquier revista y se detiene frente a una vidriera llena de artefactos electrónicos idénticos para no comprar nada. La vidriera de la vida.)
Sofía salió a caminar por las calles de su barrio pálido. Cruzó la avenida llena de peatones y se sentó en el cordón a observar. (No describo más porque es como cualquier barrio.) En el bar de enfrente ella y su amigo charlaban y reían. (A veces se reían pero la mayoría de las veces discutían sobre pequeñeces que ni a ellos les importaba discutir.) Sin dudas, el hombre no sólo le había traído recuerdos ajenos de ella, le había mostrado como conocerse un poco mejor. (Igual nunca quise que me enseñaran nada entonces trato de no ponerme en esa postura... me sale mal.)
Y que mejor que estar fuera de uno para tener una visión más objetiva de uno mismo, para saber como nos ven los demás. (Esta es de Bucay, no jodan. Es para pegar en la heladera con un imán de He-man.) Se acercó a la ventana del bar, y cuando su alter ego giró la cabeza para verse, se esfumó para siempre, como un recuerdo. (En realidad me fumé, un terrible canuto y no veía a nadie más... ni siquiera al mozo que me sacó a patadas cuando comprobó que mi billetera estaba vacía. Sofía se hacía la desentendida mientras bailaba como una empanada grasienta con una música pedorra en el medio de la avenida Córdoba). (VB & CB)
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